jueves, 19 de febrero de 2009
No hablas con la boca
Que me cuentas con mirar
Como puedes explicar
Como entonas sin cantar
Tus ojos que me dicen
Que me dicen sin decir
Que me gritan, me susurran
Como me escuchan sin oír
Me saludan, se despiden
Me regalan, y me piden
Me acompañan, me describen
Son mi sombra, me persiguen.
Aunque hoy el sol se apague
Aunque el mundo se me acabe
Yo te digo simplemente
Con tu mirada, es suficiente.
Bajo este árbol
Si fue bajo este árbol
Que nos conocimos,
Hablamos y vivimos.
¿Cómo no quererlo?
Si fue aquí que nos sentamos.
Aquí fue que soñamos,
Soñamos dormidos, soñamos despiertos.
¿Cómo no quererlo?
Si fue aquí en donde el sol
No nos pegaba,
Por donde las estrellas se asomaban.
Se asomaban y nos veían,
Nos veían reír,
Nos vieron jugar,
Nos vieron bailar.
¿Cómo no quererlo?
Si fue aquí donde por última vez te vi,
Bajo este árbol
Fue que te perdí.
Bajo este árbol nos despedimos,
Aquí fue que te lloré, te extrañé.
Pero es aquí también donde te esperaré,
Bajo este árbol...
Le cantas
Miro hacia arriba y ahí me quedo.
Me quedo viendo,
Pensando, admirando.
A través de la ligera neblina
Se ven las oscuras ramas
Que se extienden como brazos con vida
Invitándome a entrar cada mañana.
Detrás de aquellas ramas,
Se divisa un fondo perfecto
Azul y rosado y oro
Pintan y adornan el cielo
Escucho a lo lejos que me hablan,
Bajo la mirada de aquella maravilla
Sonrío y me recuerdo a mi misma
Que esto lo puedo ver cada día.
Cordillera de los Andes – Venezuela
Mientras subimos por la carretera, bordeando las curveadas montañas, sentimos que nos perdemos en ellas. Nuestro mundo queda atrás. El pie de las montañas está muy al fondo, y ya no se distingue. Subimos y subimos, el viento cada vez más veloz, hasta que llegamos.
Un extenso lago del cual entran y salen pequeños riachuelos, se encuentra oscuro y quieto. Entre los riachuelos se ven pequeñas lomas adornadas con frailejones y de suelo húmedo y blando, Corro y rápidamente me quedo sin aliento, la neblina me rodea. El cercano sol quema la niebla y hace picar mi cara. Entre el cielo y la montaña se posa incómoda una colonia de pinos. El silencio, con excepción del agua.
Podría quedarme aquí para siempre, no necesito nada. Solo el páramo, mi pequeño pedazo de cielo…