miércoles, 8 de abril de 2009

Carta para que no leas

Yo aquí y tú acercándote. Siempre caminas hacia mí, de un lado o del otro, pero siempre hacia mí. Años es lo que nos separa, años que se traducen en tiempo que a la final se comprimen en meses, en que nos seguimos conociendo, en que nos seguiremos. Y ella como siempre nos está viendo.

¿Te acuerdas de ella? La que me mencionaste esa noche, en que nos murmuramos las primeras miradas, en que vimos pasar nuestras casi primeras palabras… Esa que me acuerda a ti cada vez que la veo, con sus cambios de humor, y de apariencia, no se si ella te recuerda a mi, pero eso creo…

Pues sí, esa luna mismísima, te cuento que siempre nos está viendo. Se burla de ti y de mí, y de cada paso errado y de cada salto bien dado, que junto al repertorio infinito de nuestras canciones, parece para ella un baile. Una especie de danza, que le rendimos a ella y no a nosotros mismos, una especie de alabanza.

Luego está ese repertorio de canciones que ya mencioné, un mar de palabras y sonidos. Ideas y frases y melodías que te traen cuando yo te pida, o cuando no te quiera aquí. Que me llevarán a perseguirte o acompañarte, cuando Dios no quiera, ni tú ni yo estemos aquí. Ese mar con olas de esas que suenan como canciones, que te golpean insistentemente, cuando pediste específicamente, que no te mojen. Con olas de esas conformadas por gotas que me mojan a mí también, que me caen en la cara y a veces no me dejan ver. A ese repertorio, Nuestro repertorio, le seguiremos agregando canciones aunque no queramos, pero por otro lado: que lindo es el mar.

Volviendo a la luna, y a ti y a mi, y al espacio que nos separa.

De un lado, están las praderas o la playa o las montañas o eso que te parezca lo más bonito, que pertenece a la realidad bien disimulada, o a lo más real de lo más real, que a la vez parece una fantasía o una idea soñada. Te juro que tanta alegría causada por mis malas interpretaciones, me intoxica. Esas ideas disfrazadas de “bonito”, me asfixian, esas que me saben a “dulce” me envenenan. Me agradan, sí, pero no me mantienen cuerda.

Y del otro lado aquella frialdad bastante fingida, ese “no te miro”, ese “te ignoro”, aunque en realidad te necesito. Donde la brisa pasa fría, ya casi congelada, usando su último suspiro, diciéndote “te extraño” en una mirada…

Y en la mitad de esos dos extremos, adivina…. sí, una fina línea en que debemos caminar. O no QUE DEBEMOS, pero que yo quiero que caminemos. Porque así somos las mujeres, teniendo miles de opciones y formas de hacer las cosas, solo una nos agrada, solo una nos funciona.

Entonces, Tú de tu lado muy feliz, yo medio loca ya, la línea tan delgada, y del otro lado, en ese otro extremo, algo que definitivamente ninguno de los dos queremos. Además, tú con tu terrible sentido del equilibrio, con tu personalidad tan extremista, esa falta de balance que eres tú. Y yo pidiéndote que camines por la línea?

Debí saber que no iba a funcionar. Me corrijo: sabía que no iba a funcionar. De un salto te lanzaste al otro lado, tal vez eso es lo que crees que te pedí. No sé, pero con tu rapidez de voltearte la mente, con tu agilidad de rotar tus acciones, estás ya del otro lado. Sin duda, tienes talento.

Pero como una adicta cuando vuelve a tener consciencia, disfruto de actuar por mi misma, de detener y acelerar mis pasos sin estar afectada por tu presencia. De ver algo más, de ver a mi alrededor. Te dije una vez, pero tan complicada yo que no me entendiste, que nuestra alegría debe estar dada por muchas cosas, nuestras sonrisas, formadas por miles.

Me escucha la luna cuando me pregunto: será que siempre serás la esencia del desequilibrio? Dejarás de actuar como droga para que seamos en realidad amigos?

No puedo pedirte que cambies tu forma vivir, de actuar ni de pensar, ni pedirte que hagas el esfuerzo de caminar por esa línea tan fina, que dejes de bailar.

De todas formas corazón, sabes que te quiero.

Está carta fue escrita como dice su nombre para que no la leas. Y si la llegas a leer, espero que entre tantas palabras y frases y recuerdos, no logres entender… Para no marearte, en este mar de emociones y sentimientos, de cariños y resentimientos, te dejaré de aquel lado, en el que puedo por lo menos pensar. Y cuando sientas que puedas, cuando me empieces a extrañar, no a los colores y las figuras y las siluetas, que combinadas a mis ojos son ilusiones perfectas, si no a mí, no al triunfo de tenerme siempre, ni a la gloria de ganarte dos medallas que te sirvan de manera intermitente, si no a mí. Cuando me extrañes a mí, no dudes en volver, y corazón tengamos cuidado de no volver a dejarnos caer….

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